La victoria de la vida

Defender la vida humana del concebido y no nacido supone ahora una gran aventura, que se identifica con una profunda inteligencia. El inocente, el bebé, al que se mata impune y legalmente, vale más que mil universos. El que se elimine a tantos no es más que otra clarividente prueba de que el mundo está al revés. El triunfo aparente de la cultura de la muerte no es más que el negativo de la foto de la vida. Quien considera que los principios de fuerza, de egoísmo y de radical autonomía son los quicios del mundo no es más que un desquiciado. La inocencia de un chaval intrauterino masacrado tiene tal fuerza magnética que acaba por arrasar el corazón y la mente de sus ejecutores: posibles madres que se arrepienten horrorizadas de lo que han hecho, consumados abortistas que se declaran con posterioridad, y llorando, "asesinos de masas".