Apoyarse en una conciencia bien formada.

Hay personas que para justificar sus actuaciones, incluso al margen o en contra de la ley moral, recurren al juicio de su conciencia. "Yo obro según mi conciencia", "no puedo actuar contra lo que me dice mi conciencia", "de mi fe respondo yo", son frases que encierran una verdad a medias. Ciertamente, es preciso tener por guia la propia conciencia, pués quien obra contra ella está fuera del camino. Pero no hay que olvidar que la conciencia no es la fuente del bien y del mal; su misión no es crear la ley, sino formar un recto juicio sobre la aplicación de la norma a la acción concreta. Se debe de formar la conciencia con arreglo las normas morales que Dios nos ha dado, sin olvidar que la ley de Dios no solo está fundada en su Voluntad, sino tambien en su Sabiduria, y que por otra parte, la conciencia es reflejo de la Sabiduria divina en la criatura: conciencia y ley deben colaborar antes que oponerse.