Ser felices


                                               
A veces pensamos que la felicidad es algo reservado para otros y muy difícil de darse en nuestras propias circunstancias. Podemos llegar a pensar que la felicidad es como un sueño que no tiene que ver con nosotros.
                                                 
La relacionamos quizá con grandes acontecimientos, con poder disponer de una gran cantidad de dinero, gozar de una salud esplendida, tener un éxito profesional o afectivo deslumbrante, protagonizar grandes logros del tipo que sea, pero la realidad resultante es bastante distinta a eso.
                                                 
La prueba es que la gente más rica, más poderosa, más atractiva, o que mejor dotada está, no coincide con la gente más feliz.

Tampoco parece que disponer de un gran talento o gozar de muy buena salud sean lo que decide la felicidad.

Tampoco es que para ser feliz haya que ser retrasado mental, enfermo o desafortunado.

Tanto en unos como en otros casos, unos se sentirán felices y otros no. Parece que la felicidad y la infelicidad provienen de otras cosas, de algo que están más en el interior de la persona, en la forma de plantear la vida.

Por ejemplo, muchas veces sufrimos, o nos embarga como un sentimiento de desánimo, o de agobio, o de fatiga interior, y no hay a primera vista una explicación externa clara, porque no hemos tenido ningún contratiempo serio, ni tenemos hambre, ni sed, ni sueño, ni nos faltan la salud o las comodidades imprescindibles.

Los problemas nos los creamos, y si investigamos un poco llegamos a descubrir que están causados por nosotros mismos: muchas de las quejas que tenemos contra la vida, si nos examinamos con valentía, nos damos cuenta de que provienen de nuestro estado interior, de nuestra pereza, de pequeños egoísmos, envidias, susceptibilidades, etc. En definitiva, de errores personales que nos producen una desilusión.
                                             
Sin embargo, hay que pensar que es precisamente esa desilusión que descubrimos la que nos brinda la oportunidad de mejorar y ser más felices. Y nos advierte de que algo en nuestro interior debe cambiar. Es muy bueno que notemos con fuerza el peso de nuestros errores: si no fuera así, sería muy difícil que rectificáramos.
Cuando entremos en ese camino, empezaremos a vislumbrar la felicidad
                                           
                               

Comentarios

CHARO ha dicho que…
Estoy convencida que tanto la felicidad cómo la tristeza está en cada uno de nosotros y que las sacamos a relucir dependiendo de nuestras circunstancias sociales, familiares, amorosas y nuestros genes. Algo hay en nuestro cuerpo (no soy médico) que tiene relación con nuestra forma de ser y si es verdad que podemos hacer cambios en nuestro comportamiento, estos serán muy relativos dependiendo de ese "algo" o de nuestros genes.....es mi humilde opinión por lo que observo y he experimentado en el contorno donde me desenvuelvo.Saludos cordiales
llorenç Gimenez ha dicho que…
Hola Icue.. Ciertamente la felicidad depende mucho de nosotros mismos, de nuestra actitud frente a la vida, No es más rico el que más tiene, si no el que menos necesita..
Un abrazo..
Anónimo ha dicho que…
Ser feliz es sólo cuestión de actitud. Me lo enseñó mi marido que acaba de fallecer.
Es un trabajo que sólo uno puede realizar: rendirse a la verdad de cada momento, sea cual sea.
Distanciarse de la mente que va del pasado al futuro generando emociones negativas que nos
agotan y separan de la única realidad que está en nuestra mano: el aquí y el ahora.

Hacer de cada momento algo bonito aunque duela.
Vivir es un arte...decidámonos a crear belleza en cada instante.
¡La felicidad está servida!
Sara O. Durán ha dicho que…
Nacemos con la felicidad como patrimonio, nunca debemos perderla.
Saludo y un abrazo.
icue ha dicho que…
La mayor parte de las veces basta con mirar a la cara a las personas para saber si son felices, la cara es el espejo del alma

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