La Santa Misa
La celebración de la Santa Misa constituye el “sacrificio de alabanza” por excelencia. Por ello, no podemos participar de cualquier modo en la celebración eucarística, sino que nuestra actitud, interna y externa, ha de ser la propia de quienes reconocen la grandeza de Dios, la majestad de su Gloria.
Si una persona que no compartiera nuestra fe asistiese ocasionalmente a una celebración de la Santa Misa, ¿cuál sería su impresión? ¿Podría sospechar, por la piedad del sacerdote, que realmente aquel hombre está prestando a Jesucristo su voz, sus manos, sus gestos, para que se actualice sobre el altar el Sacrificio del Calvario? ¿Podría intuir, contemplando a los fieles, que verdaderamente creen en lo que dicen creer?
Ante la grandeza admirable de la Eucaristía, el corazón del creyente se estremece y no puede más que hacer suyas las palabras del Centurión: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”. Pero esa humildad y fe ardientes se expresan también en la actitud corporal.
Vivamos la misa como lo que es, que nuestro ejemplo pueda servir a muchos.
Comentarios
Como hoy es el día de la Madre, felicidades a las mamás y nosotros además debemos acordarnos de la nuestra, nuestra Madre del Cielo que es la Santísima Virgen María para que nos guie y ayude a ser buenas madres. Un abrazo!!!
Un abrazo
Gracias Icue por el apostolado que en tu blog haces.
Saludos.