Ya son adolescentes.
Un hijo, en el momento de la adolescencia, lleva en su interior un ser que ha de nacer a la vida adulta. No nos extrañe, pues, que un adolescente se sienta raro, que no sepa lo que le pasa, que esté más sensible, que tenga cambios de humor, que sufra. Debe obrar un auténtico parto, largo y doloroso, y dar a luz a ese hombre o mujer que lleva dentro. Quien está a punto de nacer por segunda vez es él mismo, ella misma, pero debe nacer a una nueva etapa. De ahí el desconcierto, la inseguridad, la incertidumbre.
¿Y qué pueden hacer los padres en ese trance? Poco y mucho a la vez. Deben saber estar sin que se note, asistir al parto, ayudar a nacer; en definitiva, ejercer de comadronas. En este momento vital, los hijos han de ser los protagonistas: ellos son los que tienen que dar a luz; sin embargo, necesitan la asistencia de la matrona, no para que los sustituya, cosa, por otra parte, imposible, sino para que se sientan arropados. Más que en otras etapas, es necesario que en este momento crucial los padres actúen socráticamente, es decir, que ayuden a sus hijos adolescentes a dar a luz, a nacer a la vida adulta.
Comentarios
¡Gracias!
Besos.
Un abrazo para ti y lo mejor.
mar