El amor que lleva a Dios.
Todo lo dicho, escrito, y publicado,
no basta para manifestar el sentido del matrimonio y de la familia, si no nos detenemos especialmente a hablar
de amor. Porque no podremos alentar un camino de fidelidad y de entrega
recíproca si no estimulamos el crecimiento, la consolidación y la
profundización del amor conyugal y familiar.
También aquí es válido aquello de, «podría tener fe como para mover
montañas; si no tengo amor, no soy nada. Podría repartir en limosnas todo lo
que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve»
Por desgracia a la palabra amor se le da otro sentido.
En el así llamado himno de la
caridad escrito por san Pablo, vemos algunas características del amor
verdadero:
«El amor es paciente,
es servicial;
el amor no tiene envidia,
no hace alarde,
no es arrogante,
no obra con dureza,
no busca su propio interés,
no se irrita,
no lleva cuentas del mal,
no se alegra de la injusticia,
sino que goza con la verdad.
Todo lo disculpa,
todo lo cree,
todo lo espera,
todo lo soporta»
es servicial;
el amor no tiene envidia,
no hace alarde,
no es arrogante,
no obra con dureza,
no busca su propio interés,
no se irrita,
no lleva cuentas del mal,
no se alegra de la injusticia,
sino que goza con la verdad.
Todo lo disculpa,
todo lo cree,
todo lo espera,
todo lo soporta»
Esto se vive y se cultiva en medio de la vida que comparten todos los días
los esposos, entre sí y con sus hijos. Por eso es valioso detenerse a precisar
el sentido de las expresiones de este texto, para intentar una aplicación a la
existencia concreta de cada familia.
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un abrazo
Besos.