No quieren a Dios.
Vivimos hoy día el fenómeno del laicismo, que quiere suplantar el honor debido a Dios y a la moral basada en principios trascendentes, por ideales y normas de conducta meramente humanos, que acaban siendo infrahumanos.
A la vez, tratan de relegar a Dios y a la Iglesia al interior de las conciencias y se ataca, con agresividad a la Iglesia y al Papa, bien directamente o en personas o instituciones que son fieles a su Magisterio.
No es raro entonces que donde el laicismo logra sustraer al hombre, a la familia y al Estado del influjo regenerador de Dios y de la Iglesia, aparezcan señales cada vez más evidentes y terribles de la corruptora falsedad del viejo paganismo.
Estas señales producidas por la secularización son evidentes en países de gran tradición cristiana, basta ver: divorcio, aborto, aumento del consumo de droga, agresividad, desprecio de la moralidad pública.
El hombre se deshumaniza y degrada cuando aparta a Dios de su vida, que nos ha dado las leyes para conservar la naturaleza humana y para que encontremos nuestra propia dignidad.
Respondamos a la llamada de Dios y seamos sal y luz de la tierra allí donde estemos, queremos un mundo más humano, más alegre, más honesto, más limpio, más cerca de Dios.
A la vez, tratan de relegar a Dios y a la Iglesia al interior de las conciencias y se ataca, con agresividad a la Iglesia y al Papa, bien directamente o en personas o instituciones que son fieles a su Magisterio.
No es raro entonces que donde el laicismo logra sustraer al hombre, a la familia y al Estado del influjo regenerador de Dios y de la Iglesia, aparezcan señales cada vez más evidentes y terribles de la corruptora falsedad del viejo paganismo.
Estas señales producidas por la secularización son evidentes en países de gran tradición cristiana, basta ver: divorcio, aborto, aumento del consumo de droga, agresividad, desprecio de la moralidad pública.
El hombre se deshumaniza y degrada cuando aparta a Dios de su vida, que nos ha dado las leyes para conservar la naturaleza humana y para que encontremos nuestra propia dignidad.
Respondamos a la llamada de Dios y seamos sal y luz de la tierra allí donde estemos, queremos un mundo más humano, más alegre, más honesto, más limpio, más cerca de Dios.
Comentarios
Su soberbia quizá les cuesta admitir que es un Dios que perdona.
Un abrazo.
Un fuerte abrazo a todos